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En un artículo publicado en la revista Communications Earth & Environment (Comunicaciones Tierra y Medio Ambiente)se revelan alarmantes datos sobre la grave disminución que están experimentando las poblaciones salvajes de leones en África, lo que podría provocar su más que probable desaparición del planeta en el siglo XXI.
La investigación, dirigida por la doctora Amy Dickman, de la Universidad de Oxford, y la investigadora sudafricana Samantha K. Nicholson, del Endangered Wildlife Trust, recoge el trabajo de campo de más de una treintena de biólogos y naturalistas en el continente africano.
Según sus datos, la población actual de la especie podría estimarse entre los 20.000 y 25.000 individuos, lo que supone un descenso de más del 80% respecto al número de individuos que poblaban las planicies africanas hace tan solo 50 años.
A consecuencia de su descenso, la especie ocupa menos de la décima parte de su área de distribución histórica en el continente africano, y en la mayoría de los casos los núcleos poblacionales albergan menos de un centenar de ejemplares, lo que reduce la variabilidad genética y limita su viabilidad a corto plazo.
La organización conservacionista WWF, señala que esta situación se debe al tráfico de animales, entre los que están el elefante o el rinoceronte; por ende, las mafias del tráfico de especies y las bandas de furtivos, equipados como verdaderos mercenarios, han convertido al león en el principal objetivo de su actividad ilegal, y lo peor de todo es que lo hacen con total impunidad.
El cazador cazado
El león está en la mira de los cazadores furtivos y los mercados clandestinos para comercializar sus partes internas con el fin de elaborar cosméticos y falsos afrodisíacos, se hace vino con sus huesos y crece la demanda de sus trofeos como muestra de prestigio: cráneos y pieles para decorar los salones o dientes y garras para amuletos.
En la crónica wildlife war, publicada por el diario británico The Guardian, se revela que esta sitacuón empeora a medida que incrementa la ola de violencia y los conflictos armados en el continente africano, en ese sentido, los cazadores furtivos son alentados y financiados por las propias mafias que amenazan con destronar al conocido rey de la selva.
La principal razón de esta actividad ilegal es su alta rentabilidad. Así lo han demostrado las organizaciones de defensa de la naturaleza y lucha contra el tráfico de especies, como WWF. Lastimosamente, las administraciones y los estamentos judiciales de esos países están carcomidos por la corrupción y sus líderes atienden básicamente a su lucro personal, sin interesarles lo más mínimo la conservación de los tesoros naturales.
Los únicos aliados de los animales salvajes son los valerosos rangers: hombres y mujeres guardas forestales que se juegan la vida por defenderlos y que a menudo son asesinados por ello. También han existido reportes de periodistas y defensores de los derechos de los animales que han sido silenciados y asesinados por luchar contra el tráfico de especies.
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