Aunque fue diseñado para movilizar hasta 25.000 personas al día, el sistema apenas transporta unas 5.000. Las autoridades locales buscan estrategias para aumentar la apropiación ciudadana
Redacción El Qhubo/ Periodista Jesús Chacín
Cápsulas flotantes que cruzan la montaña, vistas de tejas, grafitis y árboles, y un sistema que revolucionó la movilidad en la ladera occidental de Cali, están por cumplir diez años. El MÍO Cable, inaugurado oficialmente el 18 de septiembre de 2015, se ha convertido en un símbolo de la integración urbana de la Comuna 20, aunque sigue enfrentando un desafío persistente, atraer más pasajeros.
El sistema, operado por Metro Cali, fue diseñado con capacidad para movilizar 25.000 usuarios diarios. Sin embargo, actualmente mueve apenas unos 5.000, lo que representa solo el 20% de su capacidad total. Según Felipe García, director de operaciones, esto ha impactado las finanzas del servicio: mientras operar el cable cuesta $10.200 millones al año, apenas se recaudan $2.300 millones, cifra cubierta mayoritariamente con subsidios del Distrito.


Desde la estación Cañaveralejo hasta Brisas de Mayo, las cabinas recorren 2080 metros sostenidas por 14 pilonas. El trayecto conecta sectores como Tierra Blanca y Lleras Camargo, acortando distancias que antes se recorrían a pie durante más de una hora.
El servicio, que funciona de lunes a sábado de 5:00 a.m. a 11:00 p.m., y domingos desde las 6:00 a.m., tiene en las tormentas eléctricas uno de sus principales obstáculos técnicos. Al actuar como pararrayos, el sistema puede sufrir fallos electrónicos, y si no hay repuestos disponibles, la restitución del servicio se dificulta.
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En cada estación, hay esfuerzos por generar sentido de pertenencia. Murales, temáticas culturales como los mitos de Cali en Brisas de Mayo o la historia del transporte en Cañaveralejo, buscan atraer no solo a residentes, sino también a visitantes. En total, la ruta turística del MÍO Cable incluye 235 piezas culturales elaboradas en colaboración con el Museo Libre de Arte Público de Cali (MULI).
Pero el reto no es solo técnico o económico. También es cultural. Muchos usuarios aún prefieren alternativas como los jeepetos o motorratones, que ofrecen recorridos más directos o flexibles. “El jeep vale lo mismo, pero llega hasta la puerta”, explica Roselver Zúñiga, habitual usuario del sistema.


En sus cabinas, hoy se pueden leer nombres, mensajes de amor y hasta números de teléfono rayados en las ventanas. Para muchos, esto habla de apropiación, para otros, de una falta de cultura ciudadana. Lo cierto es que el MÍO Cable sigue siendo una infraestructura admirada, pero con baja utilización.
Mientras se acercan los diez años de servicio, las autoridades planean nuevas estrategias de dinamización comunitaria, campañas educativas y mejoras técnicas para aumentar su impacto y sostenibilidad. El balance sigue siendo mixto: un sistema valioso, pero aún subutilizado.
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